13 de octubre de 2009

AGORAFOBIA



Amenábar se ha despertado hoy con los 5,37 millones de euros que ha recaudado en España su quinta película.

Desde que se estrenó en Cannes se palpaban las ganas de algunos de que fracasase en su periplo romano, ya que quizás una apuesta megalómana y un tanto soberbia, unida a unas primeras críticas algo tibias y un trailer mediocre que otorgaba a la cinta un tufo a telefilme de Antena3, hacían presagiar el primer punto rojo en la carrera del Spielberg español. Hoy Amenábar desayuna tranquilo.

Dice que quiso hacer una película de extraterrestres y le ha salido una de romanos. Para ello ha cogido 50 millones de euros de las arcas de Telecinco y directamente ha reconstruído otra vez Alejandría; con su Biblioteca; su Faro; su Mercado; sus estatuas… y lo ha hecho para explicarnos tres historias dispares.

Tres historias que Amenábar irá tejiendo, no siempre acertadamente, por todo el metraje y que quizás su entrelazado es uno de los puntos más flojos del film. El punto de vista más interesante y que ha otorgado al filme el toque polémico omnipresente ya en toda la carrera del director, es la nada sutil crítica a los fanatismos, especialmente los religiosos, y como éstos son manejados por unos pocos y seguidos por la manejable masa. A veces desde las alturas con planos cenitales, o incluso a veces desde otros planetas con unos increíbles planos Google Earth, el director nos muestra una Alejandría del siglo IV que bien podría ser cualquier lugar en la actualidad. Eso sí, Amenábar viste a los cristianos de negro y les pinta como alimañas para que se sepa de que lado está.

El segundo hilo argumental es la lucha de una mujer filósofa, Hypatia, por el estudio y enseñanza de la filosofía, astronomía y las ciencias. Ella es la encargada de humanizarlo todo; la que dota de alma al film. Una buena buenísima que está impecablemente interpretada por Rachel Weisz, a la que sólo se le puede achacar que a veces parece demasiado pizpireta con todo lo que allí estaba ocurriendo (aunque intuyo que esto es culpa del montaje final).

El tercer eslavón de la cadena es una doble historia de amor entre Hypatia, el esclavo Davus y el prefecto Oreses. Este aspecto es el menos conseguido de toda la cinta, del cual hay que destacar a Max Minghella, el esclavo enamorado, que está estupendo en un papel seguramente cortado a tijeretazos en la postproducción.

Una preciosa banda sonora (de la cual quizás se abuse); un magnífico vestuario y una dirección artística inmejorable componen una película un tanto fría en el acabado, pero muy digna en su conjunto. Quizás Amenábar no haya hecho una película redonda… pero sí ELÍPTICA.

(P.D.: AGORAFOBIA - La Iglesia y sus secuaces ya están como locos echándose las manos a la cabeza por la película. Supongo que a determinados grupos sociales les cuesta asumir su historia… y sus fechorías).

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